Época: Restauración occiden
Inicio: Año 809
Fin: Año 911

Antecedente:
Segundo asalto a la Europa cristiana



Comentario

Pueblo de origen turco-finés, los búlgaros fueron durante bastante tiempo vasallos de hunos y ávaros. Su establecimiento en los Balcanes desde el 679 les permitió ir forjando un Estado que, en el 809, tuvo su centro en Sardica (Sofía). Su rivalidad con los bizantinos desembocó en la conversión al Cristianismo del zar Boris en el 865 con el padrinazgo del basileus Miguel III. Para esa fecha ya, los búlgaros habían perdido su lengua y buena parte de sus primitivas costumbres asimilando las de los pueblos eslavos circundantes.
El despertar de estos pueblos fue evidente ya desde el siglo VI cuando empezaron a constituir un auténtico peligro para las fronteras septentrionales del Imperio Bizantino. En los años sucesivos, Roma y Constantinopla se disputaron la conversión de los eslavos balcánicos con desigual fortuna. Croatas y eslovenos recibieron el evangelio de misioneros francos que, en el año 800, fundaron la diócesis de Nin en la costa dálmata como sufragánea de Aquileya. En los años siguientes, dos monjes bizantinos nacidos en Salónica -Metodio y Constantino, que luego tomaría el nombre de Cirilo- emprendían una intensa labor evangelizadora en la península balcánica. Desde el 862, se desenvolvería en Moravia a petición del príncipe Ratislav. A Cirilo y Metodio les cabe la gloria también -merced a la ayuda de un nuevo alfabeto: el glagolítico- de haber creado una cultura cristiana de raíz profundamente eslava. Cultura que sobrevivió a los más duros avatares: las guerras civiles, las rivalidades entre griegos y latinos y las incursiones magiares.

De los eslavos de Oriente nos habla la "Crónica de Néstor", un texto redactado por un monje de Kiev en el siglo XII. Recoge una tradición: la incapacidad de los eslavos para gobernarse les condujo a pedir la intervención de un caudillo sueco (varego) de nombre Rurik que, a mediados del siglo IX, fundaría a orillas del Volkhov la ciudad de Novgorod.

Algunos autores, sin embargo, han pensado que serían otros estímulos los que harían posible la entrada de Rusia en la Historia. Pudieron ser puramente autóctonos eslavos o bien producto de la influencia jázara. De acuerdo con esta idea, los goroda como núcleos semiurbanos de población habrían existido ya antes de la aparición de los varegos que aprovecharían su existencia para ejercer el dominio sobre el país.

En cualquier caso, los sucesores de Rurik (Oleg, Igor y Sviatoslav, muerto en el 972) fueron capaces de articular una gran vía de comunicación entre Novgorod y Kiev conocida como la ruta de los varemos hacia los griegos. Si sobre la primera de las ciudades la influencia nórdica fue siempre patente, sobre Kiev el impacto bizantino fue enorme. Las relaciones de los rurikidas con los basileus de Constantinopla oscilaron entre la buena vecindad y la agresividad abierta. A la postre, la superioridad cultural bizantina se habría de dejar sentir. Desde el momento de su cristianización, Kiev pasará a convertirse en una especie de segunda Constantinopla.